28 agosto 2006

Ironías cósmicas

En ese rescate de lo mínimo y cotidiano, y de ahí a "algo más grande", el drama de mi pava pa'l mate.
Durante siete años vine creando mi pava; sin limpiarla, dejando que se acumulase grasa, aceite y todas esas cosas que saltan en la cocina para lograr transformarla en esa inefable pava negra con que te ceban en el campo.
Está bien, el proceso y los motivos por los cuales esas admiradas pavas son negras es diferente; la ponen a calentar sobre brasas que despiden carbón, no tienen la posibilidad de detergente, frotadores ni tiempo para dejarlas relucientes.
Pero bueno, en cinco o seis años el doradito que adquirió mi pava se iba a convertir en ese anhelado negro humoso. Y ese doradito sobrevivió a la acción conjunta, sincrónica y constante de madre, hija y amigas de "dejarla como corresponde, reluciente".
En la construcción del nuevo hogar, pues que fue tema de debate, compulsa y hasta casi discusión. Varias damas y caballeros fueron sumados en el tema, preguntándoles respecto de cuál es el estado ideal de la pava matera; por supuesto, hubo una nítida división de géneros (no cuentan los no materos, por una simple cuestión de que la respuesta era "no sabe/no contesta"); finalmente arribamos a un acuerdo, la pava permanecería en su condición evolutiva y en transición a "la negra", y adquiriríamos una nueva, de acero inoxidable, brillante, pulcra, elegante, para que las visitas digan "¡Oh, que linda pava brillante, pulcra y elegante!" y con con mis mates y con los amigos usaría a "la negra".
Equilibrada, justa, sensata solución.
Para festejarlo, qué mejor que prepararse unos mates, y por supuesto, con la futura negra.
Hete aquí que justo, justo en ese momento se le da por pincharse por debajo del pico.
Consecuencia, inutilizable, apaga el fuego y en caso de ponerle la cantidad suficiente para que no chorrée, ésta es insuficiente para más de medio mate.
Así que, triunfando en mi defensa de mi futura negra, me quedé sin negra.

Tema mínimo, tonto, supérfluo, pero ¿en cuantas más cosas, tanto serias como no, sucede lo mismo? La realidad viene, hace la suya y uno queda pagando, desconcertado y perdido.
Y la verda', que ganas de joder...

pava

Je, espero que acá llegue a "allá", don Viajero:
pava (o caldera): es un recipiente para calentar agua, como esas que silban para preparar té, pero con adaptaciones para el uso. Como se usa para cebar mate (metés la yerba, mate, ilex paraguayensis, fah por la precisión botánica en el recipiente llamado "mate", con una pajuela que se denomina bombilla) y vas agregando agua al mate para tomar la infusión; de acuerdo con la habilidad del cebador, horas de delicioso mate o segundos de horroroso mate.
El pico está configurado para que puedas agregar agua a sutiles chorritos sin que después gotée, y en la tapa tiene un agujerito para que el vapor escape, no te queme la mano y el agua caiga fluidamente.
La forma recuerda a ese bicho que quieren imponer para la navidad, el pavo, quizás femenino porque parece empoyar (tal vez el término fuese "empavar") el huevo.
Es un tema esto de la pava, el mate y todo eso.

25 agosto 2006

Qué es teserac

Motivado por Gustavo (vale) y sugerido por sundal:

El teserac es la representación tridimensional de un cubo tetradimensional.
¿lo qué?

Estamos acostumbrados a llevar las tres dimensiones en las que nos movemos a dos (una foto de una estatua es un objeto con volumen que lo representas en un plano; los cuadros figurativos o las películas hacen eso)
No me acuerdo si Paolo Uccello o Piero de la Francesca, allá en los inicios del Renacimiento, resuelve el problema de la perspectiva (eso de representar un cuerpo de tres dimensiones en una hoja y que al ojo le suene, y el oido le mire, je, como su fuera el objeto real)
La cuestión es que es posible hacer algo equivalente con un objeto de cuatro dimensiones, cuando es cubo (1 m en los cuatro ejes; como en los sistemas n dimensionales todavía no tienen que manejarse con las medidas del universo por imposibilidad de detección, en el teserac esa cuarta dimensión no es el tiempo, ahora representate mentalmente un cuarto eje perpendicular a los tres que conocemos que no sea el tiempo...)
Je!, sofisticado y enredado el pibe...
Bueh, eso, pero además eso otro con lo que jugó Picasso con el cubismo: desplegar (no representar tal como lo vería el ojo, sino al estilo de Mercator desplegando la seudoesfera de la Tierra en una hojita de papel) lo visto en un plano.
Sigo estirando: "siento" "percibo" que pensamos en matriz no plana (uf! con las analogías matemáticas, perdón); sería como el juego ese de Star Treck de ajedrez tridimiensional: cada casilla de cada tablero es una celda de la matriz, en vez de una pieza hay una idea, noción, todo un "discurso" que uno "acá adentro" "toc toc" (los cinco dedos de la mano en piquito golpeando las sienes y sonando a hueco) lo sigue y engancha, no con frases y párrafos, sino con algún simbolito personal que sintetiza el sentido de ese contenido para uno.
Pero además está vinculado intimamente con el resto de simbolitos-contenidos. Cuando charlas con otro y tirás uno de esos cuadraditos y el tipo te dice pero "¿y tal cosa?" y entrás a desplegar cada uno de los otros cuadraditos que modifican el significado del primero, te fuiste tan por las ramas aparentemente que la charla se hace imposible.
Bueh, con todo eso, intentar exponer (y exponerme) todos esos vínculos e intentar descubrir las inconsistencias (¿no te pasa que frente a cierto tema considerás que la Verdad es esta o aquella, inamovible y de golpe caés en la cuenta qeu en otro estás defendiendo la exáctamente antagónica, pero como es en otro tema o campo no caes en la cuenta, hasta que caés en la cuenta? Qué sé yo, el ateo militante que usa las mismas actitudes fascistas-fundamentalistas del peor fundamentalista, sea de la religión que sea, aun de la religión de "los qeu no tenemos religipon)
¿Demasiado no?Pero bueno, todavía no me resigné a que me voy a morir y no voy a comprender ya no el sentido y funcionamiento del Universo sino solamente el sentido y significado de mi vida, así que tiempo hay para frustrarse...

Pasada la excitación

Segunda entrada, ya dormido y meditado: ¡Uy!, hice un blog...
Demasiada responsabilidad que cae en un momento...
Prometo intentar ser serio y construir por lo menos un texto en el que cada palabra sea un link, y cada link remita a otros, todos empaquetaditos en este pseudo universo del blog.
¡Casi nada!

24 agosto 2006

Elementos personalísimos

Oda al pelapapas
Vivimos rodeados de miles de artefactos que nos maravillan y hacen más confortable la vida.
Cotidianamente la creatividad o perspicacia del ser humano nos da cosas deslumbrantes.
Todos, cada tanto, nos encandilamos con la admiración hacia el desconocido que descubrió cómo dominar el fuego, tal vez a veces pensamos en el que descubrió la levadura que permite hacer el pan, símbolo de necesidad primaria satisfecha con placer y alegría; el, mentira, ella que inventó el pantalón (que cortajeó con la lengua pa'l costado unos tientos de cuero mientras toda la aldea pensaba y/o decía "Pirula está majareta", y sufrió como una condenada para hacer los agujeritos y pasar el tiento para que "esa cosa" que hoy cotidianamente disfrutamos tuviera la forma y la confortabilidad de un pantalón)
¿Cuántas se podrían agregar? Tal vez la lamparita eléctrica y el empecinamiento de Edison; el cuchillo de cocina, que permite picar finito el ajito pa'l tuco y sacarle la grasa a la tira de asado; el abrelatas, utensilio (je!, homenaje a Oski y César Bruto: utensillo) trágico en su destino, gracias a su falta Rasmussen, Pestufessen o quién haya sido murió en medio de la Antártida (¿o era el Ártico?) sin llegar al Polo Sur, o Norte, que da lo mismo, que te cagás de frío mal, y encima tenés una pila de latas de ¿arvejas, tomates, palmitos, champignones al verdeo y trufas del Savoy, carne de ciervo macerada al Marsala con uvas al chocolate de Sttuteldorf) y no las podés abrir y te morís de hambre y frío… otra que Tántalo.
Según qué comunidad, esos elementos cotidianos son especiales. En mis tierras argentas (y guarda, no estoy usando la contracción despectiva del exilado a las Uropas, sino el antiguo original equivalente a plateadas) el mate, junto con la bombilla y la pava para calentar el agua para preparar el primero son especialísimos.
Todos estamos de acuerdo con que el cepillo de dientes es absolutamente personal e intransferible. Cuenta la leyenda que el Gran y Verdadero Amor se demuestra cuando no queda más remedio que compartir el cepillo de dientes y la cara de asco es mínima.
En el mismo nivel, está el mate y la bombilla, dupla que replica el gracioso encuentro entre mujer y hombre (¿no resulta llamativo que el mate, pasivo y receptivo, sea masculino a pesar de su femineidad ovular, y la bombilla, larga, enhiesta, firme ella, sea esperméticamente masculina, avanzando y penetrando en la blanda y receptiva yerba contenida por el mate?; pido disculpas al amigo/a no heterosexual por imágenes que pueden resultar discriminativas, pero uno percibe el universo desde uno mismo, supongo que habrá imágenes equivalentes en otras opciones de género)
Pero, ¿y qué del olvidado y nunca reconocido utensilio que salva tantas vidas del despilfarro, como el pelapapas?
El pelapapas no tiene el reconocimiento del sacacorchos, herramienta imprescindible si la hay (puede ser reemplazado por la combinación tenedor-cuchillo, más una especial y sutil técnica que pocos alcanzan con grado de maestría, o la menos eficaz pero también capaz de resolver el problema de botella de vino a las 3 de la mañana entre amigos y cómo abrirla sin herir la majestad del elixir contenido, del ubicuo destornillador, tampoco no cualquier destornillador).
En sus distintas variantes, el sacacorchos es utilizado, con mayor o menor pericia. Tal vez el entrenamiento destapabotellas ayude a la no discriminación, pero todos tenemos nuestro modelo preferido. Personalmente, me inclino por los de tipo "hombre que abre los brazos", mientras mi hija lo abomina, por facilongo frente al tradicional que pliega la punta palanquera y el tirabuzón (no puedo negar su particular sensibilidad a los detalles de buen gourmet, sensibilidad de la que carezco)
Pero el pelapapas es otra historia. Una primera división, que casi repite tradición vs. innovación, es la de cuchillo contra pelapapas. Pero, salvo milenios de práctica diaria pelando papas, el cuchillo genera una cantidad de papa adherida a la cáscara que, personalizando, en mi caso se convierte en escandaloso despilfarro. Aparte está la cuestión del cuchillo, ya que no todo cuchillo puede realizarlo eficazmente.
Por caso, esos cuchillos berretones con serruchito, excelentes para un churrasco medio durón, son incompatibles con la calidad que merece una buena papa pelada, sea ésta para el puré, papas hervidas o la excelsitud en papas, fritas o al horno. Estrían la papa, haciéndole perder uniformidad, que en el caso del puré resulta insignificante al momento de comer, ¿qué queda de la forma original papal en un puré?, pero la distorsión introducida en una buena porción de papas fritas o al horno es casi inadmisible.
Sospecho que, en ese último caso, ha frustrado la concreción de posibles futuras parejas ante el horror que provoca papas fritas bastón con una de sus caras estriadas. Casi tan perturbadoras frente a la capacidad de mancillar manjares como el soportar unos chorizos a la pumarola al que se le agregó un cubito de caldo.
Así, para el pelado de papas a cuchillo, además de la pericia del/la pelador/a, está el instrumento. En general, los mejores son esos cuchillos grandes, afilados, que se reservan para la gran solemnidad de cortar una buena pieza de carne al horno o un sibarítico asado a las brasas (rodeado de pastito, por supuesto, así sea dentro de un protegido quincho, ideal en días de invierno, en donde el frío puede agriar el disfrute, ¿se puede comer en total placidez un suculento asado con los pies fríos, no quita el placer inherente a la ceremonia asadíl?); pero para los no expertos acarrea la posibilidad casi certera de varios cortes, extirpación de importantes porciones de carne de dedo (que no son muy apreciados cuando quedan integrados a la ensalada rusa o a las papas con huevo duro y mayonesa, o pior de piores, a las sencillas pero delicadamente sutiles papas con aceite y vinagre, tal vez para los más sensibles, me incluyo, reemplazando el vinagre de vino por el vinagre de manzana o incluso el delicado jugo de limón (delicado para estos menesteres, sé que resulta contradictorio balsamar con aceite de oliva a las suculentas papas y degradar la unción con jugo de limón, pero…) Hay quienes, ¡Oh sabiduría intransferible!, han logrado conseguir esos pequeños cuchillitos, sospecho que desarrollados para carnear ardillas, ratitas blancas o ranitas, con filo perfecto, cómodos a la mano, livianos y ágiles, pero que incrementan la posibilidad de automutilación si no se ha desarrollado con calma y paciencia a lo largo de los eones la pericia para reconocer su brava peligrosidad.
¿Solución al drama de milenios de entrenamiento en el uso del cuchillo idóneo para el arte del pelado de papas?:
El inefable pelapapas.
Pero, a pesar de que aparentemente las variantes existentes no son tantas ni tan diferentes como en el caso del sacacorchos, tienen sus imperceptibles diferencias.
Seguro, justamente por esas mínimas diferencias, es donde la personalización de tan sabio instrumento se destaca.
Quienes hemos tenido la suerte o desgracia de una vida errante, que hemos recalado en los más variopintos ámbitos para poder tener un lugar acogedor (a veces no) para pasar nuestras necesarias noches de reposo y meditación, hemos sufrido el drama del uso del pelapapas despersonalizado.
Aunque no lo registremos, la elección del pelapapas que reemplazará al ya desgastado que nos ha acompañado durante tantas jornadas es una decisión tan difícil y dura como la del mate o la bombilla que, ya vencidos, debes ser retirados. No tanta, ya que su duración es mucho mayor, incluso la pava, que completaría el trío matero, que puede ser reemplazado sin mayor escándalo por el termo, pero siempre, la pava es la pava.
En esa elección del pelapapas ideal, el lugar más cómodo es el supermercado. Aun del mismo fabricante, contradicciones de la producción en masa, no todos son idénticos. Pequeñas variaciones en el afilado, las matrices, flexibilidad de la parte cortante, grosor de la empuñadura, hacen a la identificación y asimilación personalizada de tan valioso instrumento.
Por supuesto, en cuanto a variedad, siempre son mejores los bazares, pero existe el inconveniente de poder comparar distintos productos frente a la exasperada mirada del atendiente (¿existe el término "bazarero", tal como existe "almacenero"?).
Si, ya sabemos que una de las actividades humanas que más desarrollan la paciencia sumada a expresiones de hartazgo indisimulables es la del vendedor de zapatos, El atendedor de bazar (muchas veces reemplazado por la sabiduría del ferretero; cuando no hay bazar, la ferretería resuelve casi cualquier necesidad) se aproxima a ese dechado de paciencia que es el vendedor de zapatos. Eso de estar pidiendo uno y otro modelo de pelapapas, retornar a uno ya examinado, sopesarlo, pasarlo por los pelitos del dorso de la mano para comprobar suavidad de deslizamiento y filo, empuñarlo para quitar los hoyuelos que a veces portan las papas, deducir si pelará tan bien papas como batatas, zapallo, berenjenas o remolachas; si soportará usos impensados para su función (¿nunca usaron un pelapapas para sacar astillas de madera un domingo a las 3 de la mañana, hacer un agujero en alguna pared de yeso blanda que justo necesitaba el diámetro que el pelapapas porta como atributo, sacar un jumper de un mother y no encuentran la maldita pinza que hace un rato tenían sobre la rodilla, y tantas otras posibilidades?)
Así que, ahora, reconocimiento público:
¡Salve pelapapa, salva vida, dedos y papas fritas para inhabiles!